martes, 11 de junio de 2019
Deepak Pandey, el hombre del Manaslu
Al mediodía del 25 de abril de 2015 estaba Deepak Pandey en las afueras de su pueblo, Asrang, a unos 50 kilómetros al sur del Manaslu, la octava montaña más alta del mundo, cuando oyó el ruido de un helicóptero. Pero por más que miraba no conseguía localizarlo. Fue poco después cuando se dio cuenta de que no había ningún helicóptero y que el ruido procedía del suelo al temblar, cosa que siguió durante siete minutos. Fue el terremoto más grave de la historia reciente de Nepal, pero dentro de lo grave de la tragedia hubo dos factores que contribuyeron a que el número de muertos fuera relativamente reducido, si tenemos en cuenta la intensidad del seísmo. Primeramente, era sábado, el día festivo en el país, a una hora en que la mayor parte de la población estaba fuera de casa -en general la vida se hace en la calle- y en concreto en las zonas rurales mucha gente se encontraba trabajando en los campos, el lugar más seguro posible en estos casos. De haber sucedido otro día de la semana, las pérdidas humanas habrían sido mayores de las 9.000 producidas. El segundo factor afortunado fue la hora del día, porque si hubiera tenido lugar durante la noche, en que el mundo nepalí queda totalmente paralizado y todos sus habitantes duermen bajo techo, estaríamos hablando probablemente de cientos de miles de muertos.
Una de las tres hermanas de Deepak, maestra de escuela, se encontraba en ese momento dentro del recinto escolar y se le vino el mundo encima, literalmente. Permaneció tres horas bajo los escombros, perdió varios dedos de una mano y recibió 33 puntos de sutura en la cabeza. El epicentro del terremoto se encontraba a una veintena de kilómetros, bajo la localidad de Barpak. Todos los valles del Himalaya nepalí quedaron inundados por una inmensa nube de polvo, resultado de los millones de desprendimientos de roca y tierra que se produjeron. A fecha de hoy todavía hay laderas sumamente inestables, más incluso de lo ya inestable que de por sí es una cordillera que aún sigue creciendo a razón de un centímetro al año y cuyos múltiples elementos están sin asentar.
Deepak es un atleta, a pesar de no ser "mongolian" sino "aryan". "Mongolian" es el nombre con que se define a los habitantes de las montañas con ojos más o menos rasgados, pómulos marcados, baja estatura y estructura corporal ancha y compacta, y que en general nos pueden recordar a los pueblos del Tíbet, Mongolia o China. "Aryan", aunque no encaja con el ideal ario que nos viene a la mente de forma inmediata, correspondería a los nepalíes más estilizados, más oscuros, y que son similares a los habitantes de la mayor parte de la India. Toda esta explicación viene al hilo de que los atletas del Himalaya nepalí son por antonomasia los "mongolian" (sherpas, gurung, tamang, magar, rai, limbu y otras etnias de las altas montañas). Es a ellos -sobre todo los de la etnia sherpa- a quien recurren las expediciones extranjeras para reclutar a sus porteadores de altura. Pero igual que en Pakistán hay porteadores de altura de gran prestigio y enormes cualidades físicas, Deepak es un "aryan" que casi nada tiene que envidiar en VO2 max. a la gran mayoría de sherpas. Es un fenómeno.
Hace un año, después de llevar a sus clientes al campo base del Everest y que estos volvieran a Kathmandu en helicóptero para ahorrarse la caminata de vuelta, Deepak recibió la noticia de su agencia de que tenía que incorporarse a un grupo de trekkers en solo tres días. No le salían las cuentas para hacer el regreso a tiempo, así que decidió solucionarlo por la vía rápida, nunca mejor dicho: hizo el trayecto de 69 km desde el campo base a Lukla (el aeródromo habitual de la zona) en solo 9 horas, con mochila y botas. Ahí es nada. Un año se animó a participar en la maratón del Everest, que se realiza en sentido descendente desde el campo base del Everest hasta Namche Bazar, aunque incluye algunas subidas, quedando quinto en la clasificación. Es un espectáculo verle bajar corriendo por las rocas, a razón de cuatro o cinco pisadas por segundo en los tramos de empedrado irregular escalonado como el de la foto inferior. No creo que yo a su edad pudiera tener la mitad de reflejos de Deepak.
A pesar de solo tener 22 años, acumula ya una ristra de kilómetros en sus piernas que pocos montañeros de medio siglo tienen en Occidente. Ya de pequeño bajaba corriendo los 28 kilómetros que separan su pueblo de la capital del distrito, Gorkha, para volver a subir otra vez corriendo de regreso en el día. Empezó como porteador, cargando hasta 40 kg de peso, para ascender rápidamente a la categoría de sirdar, o guía de montaña. Como tal ha realizado 25 veces el trekking del Manaslu y más de 20 el del campo base del Everest, así como la mayoría de otros circuitos y rutas habituales de Nepal.
Deepak es hindú, como casi todos los habitantes de las primeras estribaciones del Himalaya, y pertenece a la casta de los brahmanes, la superior de las cuatro castas principales del hinduismo. Aunque influye, la casta no es determinante para establecer el estatus económico de un hindú. Hay brahmanes pobres, y un intocable llegó incluso a ser presidente de la India. Aunque casi se puede generalizar que un intocable -que no pertenece al sistema de castas porque incluso está fuera de ellas- va a llevar por lo general una vida miserable, con trabajos infrahumanos y condiciones de vida idénticas, y los mejores puestos de la administración y las profesiones más elitistas suelen estar en manos de brahmanes, las matemáticas aquí no son exactas. Deepak comenzó el oficio desde abajo, cargando como cargaría cualquier otro nepalí, independientemente de su casta, y se ha ganado el ascenso a pulso. Entre las posesiones imprescindibles que carga en su mochila está un libro para perfeccionar el inglés, y ahora empieza su último año de un equivalente a la carrera de empresariales. Es un hombre hecho a sí mismo, a quien nadie ha regalado nada.
Para hacer ciertas rutas de montaña en Nepal es obligatorio ir acompañado de un guía o sirdar, por ser zonas restringidas, próximas a la frontera con China o de especial valor medioambiental. Eso supone tener que pagar el salario del guía y su transporte, aunque para los estándares occidentales son cuatro perras. La duda que entra es si la persona que va a ser nuestra sombra durante dieciséis horas diarias y varias semanas va a congeniar con nosotros, o por el contrario no va a haber química desde el principio y su compañía se nos va a hacer una penitencia interminable. Por lo poco que he podido ver, este no suele ser el caso, porque el nepalí es mucho más sociable, menos neurótico y mucho más paciente que el occidental medio.
Confieso que a mí me resultaba incómoda la idea de tener que llevar un guía. Desde los dieciocho años me he organizado yo mis excursiones y prefiero volverme a casa de vacío porque no he encontrado el sendero correcto que el hecho de que me lleven de la mano. La mitad de la aventura radica para mí en solucionar los problemas de orientación por mis propios medios. En mi anterior experiencia en Nepal, aunque era obligatoria la presencia del sirdar, por ser un pico de más de 6.000 metros, se solventó encontrando uno que firmara pero no viniera con nosotros, algo posible hace veinticinco años, pero no ahora. Pero visto en perspectiva estoy muy contento de haber realizado el trekking del Manaslu con guía. He aprendido más de la cultura y la lengua nepalí de lo que lo hice las tres veces anteriores en el país y otras veinte más que pudiera ir por cuenta propia. Y con guías como Deepak Pandey la satisfacción es aún mayor y por supuesto las ganas de poder volver a contar con su enriquecedora compañía.
A pesar de sus 22 años, Deepak es una persona muy madura, como maduros eran nuestros abuelos a su edad. Pero se puede ser maduro sin ser profesional u honesto, aunque Deepak añade además esos dos elementos al primero. Por edad podría ser mi hijo, pero con frecuencia se me olvidaba el abismo de edad que había entre nosotros y conversaba con él de igual a igual, sobre historia, tradición, toponimia, geografía, clima, flora, fauna o religión. Otras veces era yo quien descendía a los 22 años y echaba carreras con Deepak, jugaba al balón, o recuperaba la alegría y la vitalidad de esa edad.
Espero no tener que esperar otros 24 años en volver a Nepal y que los ahorros permitan alguna otra vez en tiempos próximos poder realizar algún otro recorrido en compañía de Deepak, aunque no sea obligatorio por decreto el tener que hacer el recorrido con guía. Sale realmente a cuenta el dinero invertido en el guía, a nivel humano, cultural y experiencial. Si estás leyendo este texto y tienes en mente caminar por Nepal y barajas la posibilidad de hacerlo con guía, Deepak Pandey es el acompañante perfecto: atento, servicial, honrado, experimentado, con gran sentido del humor.... y con una paciencia a prueba de españoles. Pregunta en Himalayas on Foot por él. Es una de las agencias más prestigiosas de las 1.200 existentes en Nepal, muy seria y fiable.
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Me he quedado con ganas de más relato, de más detalles. Ojalá algún día puedas realizar en esas tierras tu "grand tour". ¿Tres meses te bastarían?
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