viernes, 24 de mayo de 2013

La garza de Babia



   Hay (o había) una garza real en Babia muy poco temerosa del peligroso ser humano, que no tiene (o no tenía, si es que ya no ha pagado por ello con el pellejo) ningún reparo en aterrizar junto al arcén de la carretera general, posarse sobre el tendido eléctrico a pocos metros de ella y, en general, hacer vida en las inmediaciones de asentamientos humanos. En una ocasión no pude resistir la tentación y paré el coche en el arcén para fotografiarla, mientras a escasos diez metros de distancia permanecía impasible sin preocuparse de si lo que apuntaba hacia ella era una cámara, un tirachinas o un rifle con mira telescópica. No sé si era el mismo especimen que ya van unos años que hacía vuelos rasantes en los límites entre Luna y Babia, habiendo ganado en chulería y atrevimiento con el tiempo, o era otra más descarada que la anterior; o quizá la especie está mutando, y al ver que los paisanos del territorio son inofensivos con las cigüeñas, por aquello del lejano parentesco con ellas ha decidido a ver si cuela, porque se vive mejor, se come más y se pueden visitar más charcas y humedales cuando no anda uno pendiente del depredador supremo. No se me olvidará la ocasión en que apareció justo encima del coche, a muy poca distancia, acompañándome ligeramente adelantada durante doscientos metros en una recta de la carretera, con su poderoso aleteo y su cuello de Pato WC.

domingo, 19 de mayo de 2013

El Chozo Viechu del Campo la Fuelga

   La Sierra es el nombre que recibe el plano y ancho cordal que parte desde el sur del Cueto del Oso hasta la vertical de Palacios del Sil, donde abundan las extensas plataformas de cientos de metros de extensión. En una de ellas, la más ancha, llamada Campo la Fuelga, aparece un pequeño refugio de aspecto peculiar, aunque quizá ya no lo sea tanto para los que conozcan a fondo las montañas del municipio de Palacios del Sil, una de las más valiosas joyas naturales de la cordillera Cantábrica. Digo lo penúltimo porque hay refugios del mismo formato en otras brañas próximas, como el Campo Cuevas, la Degollada o camino a Zarameo.
  
    El Chozo Viechu es de reducidas dimensiones, y aunque consta de chimenea y algún banco sencillo para sentarse, no dispone de lugar específico para pasar la noche, aparte del mismísimo suelo. Es un refugio fuera de cualquier ruta lógica de montaña, salvo que uno decida explorar la Sierra, y se encuentra a un kilómetro de distancia del itinerario al Cueto del Oso por las brañas de Chourinas y Fanales descrita en el volumen 1 del libro Alto Sil. 40 rutas a pie.



martes, 14 de mayo de 2013

Braña de Tierrafracio


  En uno de los más grandes circos glaciares de la sierra de Gistredo, el de Tierrafracio, al final del valle del río Valseco y más allá de donde se esconde el pueblo de Salientes, pasan muy desapercibidos los vestigios de una viejísima braña, tan antigua que ni los de más edad de estos valles recuerdan haber visto en uso. Sin embargo, el número de corrales y chozos que albergaba denota que en su día debió de ser una majada de importancia y con buena afluencia de ganado.




   La braña de Tierrafracio se sitúa a una altitud de unos 1.700 metros, una altura considerable igualada por pocas brañas, especialmente en plena cara norte de una montaña que está tapada de nieve seis meses al año en un invierno regular y hasta ocho en uno excepcional de los de ahora, que viene a ser uno corriente de los años en que debió de estar en funcionamiento este lugar. Se distribuye en dos terrazas claramente erosionadas por el hielo glaciar, y en cada una de las cuales en su día la masa de hielo tuvo su punto de fusión y consecuente morrena frontal. En la plataforma superior, muy despejada de matorral y donde parecen formarse diminutas charcas en el deshielo, se distinguen dos corrales circulares de buen tamaño, adosados a los cuales aparecen espacios cerrados más pequeños, dos de los cuales fueron claramente chozos, creciendo en uno de ellos el único árbol (un serbal) de esta repisa.


   En el piso inferior, muy invadido ya por brezo y piornos, el número de construcciones es mucho mayor, y parece haberse aprovechado una pedrera contigua para, al vaciar parte de ella, crear varios corrales. Se aprecian hasta cinco o seis formas circulares pequeñas, que podrían haber sido corros e incluso alguno de ellos un chozo.


   
   El circo de Tierrafracio recuerda parcialmente a las Morteras de Valle de Lago, en Somiedo, porque aunque el origen de las docenas de pequeñas hoyas que tienen ambas sea distinto, el resultado visual es parecido, aunque aquí no tan exagerado como en Somiedo.


Fotografías:
1. Circo de Tierrafracio
2 y 3. Dos tomas (desde el norte y desde el sur) del piso superior de la braña
4. La plataforma inferior, muy colonizada ya por el matorral, que impide identificar bien los restos
5. Visión de conjunto de los dos pisos de la braña de Tierrafracio


miércoles, 8 de mayo de 2013

100 cafés



   100 sería seguramente el número de tazas de café que hubieran caído en nuestros estómagos de haber aceptado igual número de invitaciones durante los casi cuatro años de tarea acumulada que llevó el realizar el trabajo de campo para las guías sobre Ibias, Allande y Somiedo. Casi cien fueron las ocasiones en que amablemente hubo que declinar tales ofertas, ya que de aceptarlas todas, aún no habría visto la luz el primero de los libros, el de Ibias. Lamentablemente, para poder aprovechar el fugaz tiempo de ese suspiro que es nuestra vida, y poder alcanzar a visitar y conocer simplemente una pequeña porción de Asturias o León de forma algo más que superficial, uno no puede dejarse medio día en un solo pueblo. O sí, pero entonces el repertorio de lugares a descubrir encoge considerablemente. Y escribía antes la palabra lamentablemente, porque es precisamente en el interior de una casa de estas aldeas de montaña donde realmente se palpa la atmósfera del lugar, y donde se escuchan las historias de otros tiempos, algunas de ellas a punto de evaporarse para siempre en el olvido. La historia de una generación que se va extinguiendo, y con ella una forma de vida que duró siglos, pero que abruptamente está tocando a su fin.

   Tanto a María como a mí nos estimula sobremanera conversar con personas de avanzada edad, que son las que acaparan la ya escasa presencia del mundo rural, y quizá precisamente porque ellos perciben nuestra actitud, la comunicación fluye fácil y prolongada, llegando un punto en que, muy a nuestro pesar, hemos de llegar al momento de la despedida. Son muy gratos los recuerdos de tantos y tantos vecinos que seguramente ya no se acuerden de nosotros, porque la memoria de los mayores es fuerte para los hechos lejanos, pero débil para los recientes. Pero a nosotros, ellos no se nos olvidan fácilmente. 

   Quería incluir una pequeña selección de imágenes en las que no todos son ancianos, pero donde todos ellos se desvivieron por ayudar y contestar a las preguntas de cuyas respuestas se han nutrido los textos de nuestros libros.


 


 


 





















 


  


domingo, 5 de mayo de 2013

Una montaña cantábrica: Penamayor o Tachetas

   Con casi ochocientos metros de desnivel en sólo kilómetro y medio a vista de pájaro, Penamayor le oculta el sol al pueblo minero de Zarréu (Cerredo) durante los meses más fríos del año, convirtiéndolo en una auténtica nevera. Si silueta no pasará desapercibida al montañero atento, que si consulta un mapa pronto aprenderá que es una de las montañas de menor altura de las que circundan el nacimiento del río Ibias. Pero es una montaña con aplomo, buen tipo y con fantásticos bosques en sus laderas.


   Mucho menos característica es esta montaña por su vertiente meridional, la leonesa del municipio de Palacios del Sil, donde apenas levanta sobre el cordal en que se encuentra, a menos que la veamos desde otras cumbres, aunque aun así tampoco tenga nada de excepcional. Llamada allí Tachetas, bajo su ladera se encuentra una de las brañas más atractivas del Alto Sil, la de la Fontel.lada, y da inicio el largo valle de Fontaninas, caracterizado por albergar el robledal más extenso del municipio y uno de los más vastos del noroeste de León.


   La ascensión a su cumbre está reservada para corzos, rebecos, jabalíes y otras criaturas montaraces, entre los que pueden incluirse aquellos montañeros a los que no importe bregar durante más de una hora con brezo y piornos de más altura que sí mismos. Así pues, Penamayor o Tachetas es una montaña más para disfrutar con su contemplación que con su ascensión. Por suerte o por desgracia, como ella hay algunas más en el salvaje occidente cantábrico.