Tras 35 años al frente de la principal librería del noroeste leonés, Néstor Baz abandona el maltrecho mundo del comercio en general y el moribundo entorno del libro en particular, para iniciar una etapa más sosegada y con muchas menos preocupaciones. Néstor era un librero puro, esto es, un librero que leía lo que vendía, que debería ser una redundancia, pero no lo es. Esa afición por el papel impreso se extendía también a los mapas, ya que la librería Marne* que él creó era la única en muchos kilómetros a la redonda en disponer para la venta de las hojas topográficas del Ejército. Esa afición por la cartografía me la puso de manifiesto cuando, allá por el año 2006, le presenté el mapa de Muniellos - Fuentes del Narcea, porque él fue el librero que más interés mostró por su publicación, a pesar de que apenas abarcaba territorio de su comarca, Laciana. Fue también el único que, por iniciativa propia, desplegó el mapa sobre el mostrador, para ponerse a contemplarlo y revisarlo, algo que luego también haría con el mapa del Alto Sil que -ahora sí- incluía su tierra.
Estos dos últimos años han sido letales para el mundo editorial, y no han sido la mejor de las despedidas que alguien enamorado de los libros pudiera tener. Néstor ha sido testigo de la entrada en zona de alto riesgo de dos especies en muy serio peligro de extinción: el librero y el libro impreso. Sin el segundo quizá algún día se pueda vivir sin que se le eche de menos, según nos vayamos marchando los que lo preferimos al libro electrónico, pero la desaparición de la figura del librero es algo mucho más grave, porque no es lo mismo un comerciante que sabe lo que está vendiendo que un dependiente de una gran superficie que en lo único en lo que nos puede ayudar es en decirnos si hay existencias del artículo o cuándo va a estar disponible -con todo el respeto a los que trabajen en grandes superficies, porque desde arriba ni se les exige ni se les prepara para lo otro-. Pero ese coger, pagar y que la única conversación sea oír el precio y dar las gracias al cajero se va extendiendo a muchos otros gremios, y no va a quedar más remedio que asimilarlo.
Según se le vaya disolviendo el nudo que se le forma en el pecho a Néstor cada vez que recuerda que acaba de dejar atrás toda una vida, empezará a disfrutar del tiempo libre que hasta ahora apenas tuvo, con muchos años sin vacaciones, para poder, por ejemplo, visitar cuando quiera a su hija en Islandia, y sacar la caña de pescar para suministrar trucha ártica a toda la familia sin tener que pisar el supermercado. Teniendo cuidado, eso sí, de que -como cuenta Julio- no le suceda igual que en Eskifjördur, donde en una de las noches sin oscuridad de por allá arriba, no se tiene muy claro si estuvo a punto de pescar una ballena o una ballena de pescarlo a él.
*El nombre de la librería Marne no está inspirado en el pueblo leonés a orillas del Porma, ni en las carniceras batallas de los años 1914 y 1918 o en el río francés donde tuvieron lugar, sino en Marta y Néstor, el binomio que la regentaba.
Las cuatro fotografías son cortesía de Julio Álvarez Rubio, que acompañó a Néstor en algunos de sus viajes a Islandia:
1. Pescando en el Horga. No sirva esta foto a quienes no le conozcan para intentar reconocerle, porque ahora Néstor está en el chasis.
2. En Gülfoss.
3. A modo de los inuit (esquimales) de otros territorios septentrionales, Néstor proveía de suficientes alimentos a su pequeño clan, a base de trucha ártica.
4. Casa Hofdi, en Reykjavik, fue el punto de encuentro en 1986 entre los dos hombres más poderosos del planeta: Ronald Reagan y Mijail Gorbachov. Julio y Néstor emulan el acontecimiento (no sé quién representa a quién...).