El valle del Pigüeña, en Somiedo, ha sido uno de los principales productores de madreñas de Asturias, si no el que más, y desde luego la proporción de madreñeros en relación a su población seguramente sí ha sido la más alta, ya que prácticamente en cada casa había alguien que hacía madreñas. De esta enorme cantera de artesanos de la madera salió Vicente Calzón Ordás, que en su juventud emigró del pueblo de Corés, en el valle de Pigüeña, a otro pueblo tres valles más al sudoeste, Veigaimiedru (Vegameoro), en la cabecera del valle del Naviego.
En esta localidad canguesa ejerció su oficio hasta pasados ya los ochenta años, aunque en esas fechas sus trabajos eran espaciados, sobre todo coincidiendo con alguna feria artesana de la villa de Cangas del Narcea. Mis primeras madreñas me las hizo Vicente, y seguramente me durarán toda la vida, porque aunque las usé algo al principio, ahora ya no me cuadra hacerlo. En la casa de mi abuela siempre hubo madreñas, pero como visitante ocasional nunca tuve un par a mi nombre. En los años cincuenta y sesenta mi abuela llegaba a vender en su tienda de El Bierzo hasta doscientos pares al año, que encargaba a Argimiro Alba Álvarez, precisamente de la localidad somedano-belmontina de Aguasmestas, justo donde el río Pigüeña recibe al río Somiedo, en el límite norte del municipio.
Hace unos meses me comentaron que Vicente Calzón había fallecido el año anterior, próximo a los noventa años de edad. Era un hombre algo tímido, pero con un astuto sentido del humor, y apreciado por los vecinos de su parroquia. Laso, el marido de la cartera, salía en su busca al atardecer, para traerlo de vuelta a su casa, donde ya se le había pasado la hora de las medicinas. Él andaba calentando el cuerpo al sol del otro lado del valle, porque en Veigaimiedru el invierno está racionado, y también quizá buscando varas de avellano para sus trabajos varios con la madera.
Con Vicente Calzón se marchó el penúltimo madreñero. Ya sólo resta, oficialmente, el madreñero de Pambley.